La salud, como se entiende
actualmente, es un concepto multidimensional que abarca no solo la ausencia de
enfermedad sino también el bienestar físico y mental. Los estilos de vida, las
oportunidades y los sentimientos que hacen que las personas estén integradas y
que puedan vivir y disfrutar la vida también se consideran salud es por ello
que el individuo debe adoptar conductas de acuerdo a sus condiciones de salud
que también le permitan llevar a cabo el autocuidado junto con los estilos de
vida.
Tradicionalmente, se ha
equiparado el autocuidado a las actividades que promueven la salud, entendiendo
por ello las actividades individuales emprendidas para mejorar la salud,
prevenir la enfermedad, limitar la enfermedad o restaurar la salud después de
una enfermedad o lesión. El autocuidado constituye un conjunto de
comportamientos al alcance de cualquier individuo, como hacer ejercicio, cuidar
la nutrición, cuidar los hábitos de salud o relajarse.
El autocuidado significa
cuidados que uno realiza para sí mismo cuando ha alcanzado un estado de madurez
que le habilita para una acción consistente, controlada, efectiva y decidida.
Para ello es necesario contar con la aceptación de sí mismo y sus valores. En
esta definición se incluyen conductas, esfuerzos, deseos para minimizar las
amenazas hacia el aprendizaje, mejora personal y crecimiento personal.
El concepto “estilo de vida” se utilizó por
primera vez en 1979, por el escritor y futurista Alvin Toffler, quien predijo
la explosión de distintos estilos de vida en una sociedad post-industrial. La
manera de comer, hacer ejercicio, descansar, jugar, comportarse con los demás,
pensar, planear, conducir un vehículo, dormir, trabajar, entre otros, y en
general la forma total de vivir, están todos incluidos en el término “estilo de
vida”. Incluye patrones de relaciones sociales, ocio y vestido, y también
refleja una actitud típica individual, valores o imagen. Un estilo de vida
específico significa la elección consciente o inconsciente de un tipo de
comportamiento u otro y puede influenciar sobre los mecanismos biológicos
fundamentales que conducen a la enfermedad: cambios en la expresión genética,
inflamación, estrés oxidativo y disfunción metabólica.
Los estilos de vida no saludables son los
determinantes poblacionales con mayor influencia en la salud, a medida que
aumenta la edad se consolidan estilos no saludables como la dieta no
equilibrada, el sedentarismo o el tabaquismo, convirtiéndose así en factores de
riesgo cardiovascular como ejemplo. Un porcentaje muy elevado de las consultas
médicas en atención primaria y especializada son por enfermedades relacionadas
con el estilo de vida (y por lo tanto prevenibles). Asimismo, en la gran
mayoría de guías de práctica clínica se recomiendan cambios en el estilo de
vida como primera línea de tratamiento. En consecuencia, el estilo de vida no
es solamente un tema de salud pública, es también de gran relevancia clínica en
el manejo terapéutico actual de la enfermedad, y en especial de las patologías
crónicas.
Numerosos estudios avalan la
efectividad de las intervenciones sobre el estilo de vida para reducir el
riesgo de desarrollar una enfermedad crónica, así como para ayudar en el manejo
terapéutico de una condición de salud ya existente. En base a los datos
disponibles, las guías nacionales e internacionales enfatizan la relevancia de
las intervenciones sobre el estilo de vida para una buena salud en general, así
como para la mayoría de condiciones y enfermedades. El consenso general de
estas recomendaciones incluye, sin limitarse a, distintas actuaciones a nivel
de la dieta, hábitos tóxicos, ejercicio físico control del peso y bienestar
emocional y mental, entre otros.
Las estrategias terapéuticas
más coste-efectivas deberán incluir, por lo tanto, una combinación de las
terapias farmacológicas con distintas intervenciones preventivas y
psicosociales sobre el estilo de vida que pueden facilitarse a nivel
comunitario o de Atención Primaria. De
ahí la necesidad de asegurar que los profesionales de la salud, además de poder
ser referentes con su ejemplo, reúnan determinadas competencias, presenten una
actitud positiva y esperanzadora frente a la intervención sobre el estilo de
vida. Motivar de manera efectiva para cambiar el estilo de vida puede ser
altamente frustrante y suponer todo un reto, en todo tipo de pacientes. Además
de establecer planes de acción en colaboración con el paciente y de programar
un seguimiento adecuado, la entrevista motivacional ha demostrado ser una
técnica útil en práctica clínica para mejorar los resultados deseados en los
cambios prescritos.
Las técnicas conductuales son
las más recomendables para influir sobre cambios en los factores de riesgo y
pueden incluir todo lo siguiente: valoración del paciente, establecimiento de
metas, aumento de concienciación, superación de barreras, gestión efectiva del
estrés, reestructuración cognitiva, prevención de recaídas, y proporcionar
soporte y tratamiento adecuados. No obstante, los profesionales de la salud
manifiestan carecer de los conocimientos y habilidades necesarios para motivar
y aconsejar intervenciones sobre el estilo de vida a sus pacientes. Entre las
competencias sugeridas para poder prescribir medicina del estilo de vida, se
incluyen todas las siguientes: a) Liderazgo para practicar y promover estilos
de vida saludables; b) Saber identificar los marcadores del estado de salud del
paciente relacionados con el estilo de vida y demostrar conocimiento de los
cambios específicos precisos; c) Valorar la motivación y la disponibilidad del
paciente y su familia a realizar dichos cambios y establecer planes de acción
conjuntos; d) Utilizar las guías de práctica clínica para ayudar a los
pacientes a automanejar su comportamiento de salud y estilo de vida; y e)
Trabajar con un equipo multidisciplinario para atender al paciente desde todos
los frentes necesarios.
G. B. Abellána, J. D. L. Torres,
Alimentación saludable y autopercepción de salud, Atención Primaria, Vol 48,2016,
pp 535-542, disponible en https://doi.org/10.1016/j.aprim.2015.12.001